Bienvenido
Te levantas cada mañana con esa sensación en el pecho. No es dolor, pero tampoco es calma. Es ese nudo, esa
preocupación que no se va, que te acompaña al trabajo, a la cama, incluso al café con amigos. Un problema que no
entiendes del todo, pero sabes que puede cambiarlo todo si no haces algo.
Entonces me llamas. Y lo primero que escuchas es mi voz, tranquila, segura. “Cuéntamelo todo”, te digo. Porque
quiero saber qué te quita el sueño. Quiero entenderlo para que, a partir de ese momento, dejes de cargarlo tú.
Es algo que he hecho muchas veces. Escuchar problemas que parecen enormes, confusos, imposibles de resolver.
Pero no lo son. Reviso, analizo, llamo, negocio. Encuentro las soluciones que necesitas, sin rodeos, sin
tecnicismos, sin más complicaciones. Lo complicado me lo quedo yo; tú solo tienes que ocuparte de recuperar esa
sensación de estar en control.
Y lo que pasa después es lo que más disfruto de este trabajo. Es ese mensaje días después: “Gracias, Pablo, hoy
he dormido como hacía semanas que no lo hacía”. Es el cliente que vuelve a respirar tranquilo, que se da cuenta
de que su vida ya no gira en torno a un problema que parecía insuperable. Porque ese problema, ahora, está en
buenas manos.
No te voy a prometer milagros ni usar palabras bonitas para convencerte. Mi trabajo no es adornar, es resolver.
Y si lo que necesitas es recuperar la calma, saber que alguien está ahí, peleando por ti, entonces llámame.
Porque no tienes que enfrentarte a esto solo.